viernes, 25 de febrero de 2011

Spock vs Tyson ... ¿Emociones o Razón?

Cuando pensaba, que libro podría comentar a mis lectores, en un período de vacaciones, me incliné sin dudas por Economía Emocional de Matteo Motterlini, un brillante libro (perdonen mis lectores, los juicios de valor) que recopila los últimos 20 años de una nueva (tiene mas de 30 años) rama de la Economía, denominada “Behavioural Economics”: Esta rama de investigación cuestiona las bases de la economía tradicional, postula que no somos siempre racionales cuando decidimos económicamente, la teoría económica tradicional supone comportamientos racionales (Homo œconomicus), del tipo Sr Spock, el autómata hiperracional de Star Trek, cuando en realidad no siempre nos comportamos de esa manera.

El novel de Economía del año 2.002 se entrego a uno de los pioneros de este tipo de estudios, Daniel Kahneman (Psicólogo y Economista, combinación que lo obligó a cuestionar las bases de la economía neoclásica), quien junto al desaparecido Amos Tversky, desarrollaron la Prospect Theory.

La hipótesis de esta nueva economía que no logró aún ser refutada (diría Popper) es que decidimos por variaciones relativas y no absolutas. Nuestros comportamientos se basan en comparaciones, medimos el éxito, el fracaso, las ganancias, las perdidas, el bienestar, la evolución, no en términos absolutos, sino en términos relativos a un “ancla”, que ponemos nosotros mismos y en comparación con ella nos movemos. Si mi vecino cambia el auto mas rápido que Yo, entonces mi bienestar (medido en velocidad de cambio de auto) es menor a la de él, si las ventas comparadas contra el año n suben o bajan, los incentivos de los managers varían según las direcciones de los resultados de las comparaciones. Esta afirmación tan trivial, nos puede llevar a tomar decisiones equivocadas y hace temblar todo los cimientos de la economía neoclásica.

Ser consciente de nuestras “anclas” (los hitos contra los cuales medimos nuestra evolución), es crucial para poder entender mejor nuestro bienestar. Este tipo de pensamiento, sumado al efecto que producen en nuestras decisiones económicas las emociones, hacen relevante la necesidad de conocerse profundamente a uno mismo (si, lo mismo que decía el templo de Apolo en Delfos hace XXV siglos).

Los experimentos realizados al cerebro humano, cuando con pruebas de laboratorio, nos presente diferentes dilemas para decidir, son analizados con imágenes por resonancia magnética nuclear y hacen posible “ver” que le pasa a nuestras neuronas, cuando ganamos dinero, cuando lo perdemos, como le ponemos valor a las cosas, que le pasa a nuestro cerebro cuando actuamos económicamente.

Algunos de estos experimentos concluyen por ejemplo que nuestras elecciones varían (no son siempre las mismas) dependiendo de cómo se nos presentan las alternativas (no elegimos igual si nos cambian el orden de las alternativas, algo que los encuestadores conocen de sobre manera), o sobreestimamos nuestras acciones positivas y subestimamos nuestros fracasos (salió bien por mi capacidad, salió mal por el contexto, por un tercero, etc.), con lo cual la experiencia no siempre es buena, ya que si sobreestimamos sistemáticamente nuestras capacidades, a medida que avanzamos en nuestra vida el sesgo entre lo “real” y nuestra percepción aumenta.

Otro experimento revelador, sobre todo para los que vivimos de tratar de interpretar la realidad y tomar las mejores decisiones hoy, que nos lleven a un futuro deseado, es el sesgo que se produce por la “sensatez a posteriori”, la capacidad que tenemos de entender los hechos pasados (una vez ocurridos) pero no somos capaces con la misma sensatez de preverlos (el típico ejemplo del comentarista de fútbol o del economista que explica los acontecimientos obvios una vez ocurridos, pero nunca nos hablo de los mismos antes que sucedan). Esta diferencia se explica por la incertidumbre y por como las emociones (que sentimos al tomar acciones que solo sabremos si son positivas una vez que pase el tiempo), nos “nublan” la razón.

La tercera y última parte del libro, relaciona las acciones con las diferentes partes del cerebro que se activan, cuando las mismas (en un contexto de laboratorio) son tomadas. El miedo a las perdidas financieras, activa la misma región del cerebro que el miedo a ser devorado por una fiera (mantenemos los estímulos, solo que cambiamos el objeto que los produce), la corteza pre frontal (la usamos para los cálculos económicos), no siempre se activa cuando decidimos económicamente, la amígdala (memoria emocional de nuestro organismo) funciona activamente cuando valoramos las decisiones que tenemos que tomar, las neuronas espejo (estudiadas en los juegos de cooperación) se activan al momento de confiar en un tercero.
Estimado lector, según los estudios de neuroeconomía, es fundamental conocerse a uno mismo, entender que el proceso de toma de decisión es mucho mas importante que el resultado de la misma, que catalogar como irrefutable el resultado de una decisión del pasado, nos puede llevar a errores en el futuro (retroalimentando un circulo vicioso de errores), debido a nuestra tendencia a valorar en términos relativos a él “ancla” los resultados (el ejemplo del auto nuevo del vecino o el aumento de sueldo del compañero de trabajo), que las emociones están siempre presentes en las decisiones y que los hechos demuestran que las decisiones provocan los hechos queridos (ex ante) cuando la emoción y la razón se alinean en pos del mismo objetivo (no deje que la emoción lo domine, piense en que la amígdala puede jugarle una mala pasada y aliñe la energía que sale disparada producto de una emoción, en pos de su objetivo).

Y Vos ¿te conoces? …

¿Como calificas este Blog?